VISITAS AL PRESENTE / RETRATOS DE UNA ÉPICA CONTEMPORÁNEA

Museo de Arte Moderno de Buenos Aires | 2004

NUEVOS IMAGINARIOS

En Argentina, el arte funcionó como catalizador del imaginario colectivo hasta principios del siglo XX, cuando las nuevas experiencias formales hicieron finalmente pie, buscando un nuevo vínculo social e intentando renovar la experiencia visual fuera de toda referencia realista. 

La negación de las formas representacionales surgidas con el modernismo, quebró de manera definitiva el éxito de aquel intento. Demoró más de cuarenta años llegar a reconocer el valor de la invención como una nueva forma de contrato social y visual con el espectador. 

La experiencia formal fue llevada en lo que va del siglo hasta los propios límites de la percepción, llegando la invención hasta su disolución en el reino de las ideas. 

La deconstrucción de nuestros propios condicionamientos crea nuevos recuerdos que no teníamos, y nos rememora otros demasiado frescos como para olvidar. 

En un tiempo donde las imágenes han perdido su aura, recobrar su misterio pareciera anacrónico y a la vez necesario. Existen obras que contribuyeron a conformar nuestro imaginario histórico e identitario, obras que aún hoy mantienen su perturbadora belleza más allá del registro o de la crónica. ¿Por qué no podemos hoy ser cronistas y poetas para construir nuestra propia epopeya cotidiana? 

 

En la actualidad, el culto al sujeto constituye una construcción paralela a su propia obra o escindida de ella, y se convierte en objeto, aún durante su existencia como persona, acortando el proceso natural de “objetivación” que otorga el tiempo mismo, respondiendo a la necesidad de materializar los procedimientos de consumo, de los cuales inevitablemente pasamos a formar parte. 

 

TRADICIONES Y GENEALOGÍAS

La utilización de las imágenes rurales, en la tradición pictórica académica de principios del siglo pasado, colaboró con la formación del imaginario argentino y fue parte de las divergencias nacionalistas surgidas a raíz de la afluencia inmigratoria y su poderoso influjo, sobre todo en el ámbito urbano.

La tradición como construcción y producto de una generación de hombres y mujeres dispuestos a dar forma a un modelo de Nación, precisaba también de su propia iconografía en base a los nuevos ideales para lo cual la formación académica era considerada, no sólo necesaria sino también legitimadora del talento, según el criterio de la época. Las innovaciones formales modernistas se disparaban del modelo iconográfico deseado y también del modelo político que sostenía valores tradicionales, promotores de un orden moral delineado por la alta burguesía porteña.

 

Dentro del modelo prefijado y ya adentrados en el siglo veinte, con nuevos modelos estéticos en plena vigencia en los centros de arte europeos, el estado interviene para sostener la academia y los “valores plásticos” sujetos a la tradición finisecular, con el fin de construir nuestra propia épica en imágenes a modo de ilustración, sobre aquellos acontecimientos fundadores de sentido patriótico.

Los “encargos” de obra a artistas, tanto para edificios públicos e instituciones como para eventos especiales del gobierno, fueron un procedimiento habitual.

El estado se sirvió de ellos, otorgando a los artistas puestos jerárquicos dentro de las recién fundadas instituciones artísticas en el país.

Así se legitimaban los valores de la academia y se asegura su éxito a través de los salones Nacionales.

 

La sensibilidad se vio amenazada por la irrupción del modernismo, el cual vino acompañado por ideas sociales opuestas al modelo nacional de la generación del ochenta. Nuevas visiones intentaron refundar la relación entre los valores plásticos y su desvinculación con el modelo social de clases.

La invención ponía a prueba las tradicionales formas de percepción, buscando deliberadamente, romper los patrones hasta entonces conocidos.

La ruptura con la representación, indicaba una fractura total con los anteriores modelos y ponía en juego nuevas reglas que provocaron, a su vez, nuevas escisiones. 

 

Por lo tanto, cualquier retorno a los fundamentos modernos supone un retroceso. Y a la vez, un reto que propone, sin ser excluyente, una incorporación de la representación formalista y un registro textual de contexto, incorporando la tecnología disponible y sumando deseo, voluntad y poesía, reinaugurando un paradigma desideologizado y reinventándolo para nuestro presente.

 

Leonel Luna / Agosto de 2004


La conquista del desierto / 2002 / Colección Privada

Impresión s/vinilo

360x180 cm



Los 33 orientales / 2002 / Colección Privada

Impresión s/vinilo

265x168 cm

Asamblea del 22 de mayo / 2002

Impresión s/vinilo

250x180 cm



La Resistencia / 2002

Impresión sobre vinilo 

250x180 cm

Marcha / 2002 / Colección Privada

Impresión s/vinilo

250x175 cm



Marcha de los Andes / 2009

Impresión s/vinilo

600x250 cm



El despertar de la soltera / 2002

Impresión s/vinilo

120x160 cm

La Fiebre / 2002 / Colección Museo MACRO

Oleo s/ tela

130x150 cm



Fábricas / 2002 / Colección Privada

Impresión s/vinilo

130x100 cm

Manifestación / 2002 / Colección Museo MACRO

Impresión s/vinilo

200 x147 cm



La comida / 2002 / Colección Privada

Impresión s/vinilo

100x130 cm

Riquezas Nacionales / 2002 / Colección Museo MACRO

Impresión s/tela

290x260 cm



Mosaico Rural / 2002 / Colección Privada

Impresión s/vinilo trenzado

200x165 cm

Almuerzo de campo / 2011 / Colección Privada

Técnica mixta sobre tela

200x154 cm



El mate / 2003

Impresión sobre vinilo

200x148 cm

El sembrador / 2003

Impresión s/vinilo

250x180 cm



La ofrenda / 2003

Impresión s/vinilo

180x180 cm

Sin Título / 2002 / Colección Privada

Impresión s/vinilo

180x150 cm